Generalmente se cree en España que los sindicatos franceses son muy poderosos. Es un error: ¡es lo contrario! Es confundir número y potencia de las variadas protestas (manifestaciones, huelgas, ocupaciones de lugares de trabajo e incluso, secuestros de personas dirigentes, últimamente esto sucede cada vez más a menudo) con organizaciones sindicales.
La tasa de sindicalización de los franceses es una de las más débiles de los países occidentales (apenas un 8% contra un 20% en Alemania, 50% en Bélgica, también un 70% en Dinamarca e incluso, un 15% en España).
Sobre todo en el sector privado y desde hace un poco más de veinte años, los sindicatos, a menudo, han estado desbordados por «movimientos» o «coordinaciones» de asalariados que organizan su defensa fuera de toda organización institucional. Los sindicatos no tienen más remedio que unirse a la protesta desencadenada para no quedarse aparte.
Además, hasta la ley del 2008, cinco organizaciones sindicales se beneficiaban de una presunción de representatividad que les daba una prerrogativa para firmar los convenios colectivos de trabajo: era, pues, indispensable en todo movimiento que uno de estos cinco sindicatos interviniera en el curso de las negociaciones para llegar a un acuerdo con la dirección.
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