El aperitivo es un ritual social bien anclado en la sociedad francesa; aunque es menos sistemático que antes, durante el fin de semana o en vacaciones, es todavía prácticamente inevitable. Sirve para compartir un trago con alguien, un conocido, amigo o familiar antes de pasar a la mesa. Es un momento de convivencia que los franceses aprecian mucho. Se puede tomar un aperitivo en un bar, pero es más común tomarlo en casa. No es inusual, por cierto, invitar a los conocidos (de trabajo o vecindario) sólo para el aperitivo: una vez haya finalizado, los invitados vuelven a sus casas para la comida.
El aperitivo funciona como una cámara de aire, una transición: después de la jornada de trabajo, permite descomprimir, pasar a la esfera íntima; antes de la comida con los amigos o la familia, permite que los invitados se instalen y que, con la ayuda del alcohol, todos se sientan a gusto; el o la cocinera también tendrá la ocasión de acabar tranquilamente los últimos preparativos para la comida (de hecho es esta persona que anuncia el final del aperitivo e invita a pasar a la mesa). Si a la gente solamente se les ha invitado para tomar el aperitivo, ello ayudará a conocerlos mejor y saber si queremos renovar o no la invitación o dejar para más adelante la invitación del almuerzo o cena para una próxima ocasión.
El aperitivo, o mejor dicho, como dicen los franceses: “ l’apéro “, dura por lo menos una media hora pero se alarga fácilmente: no es raro que este ritual dure una hora y media. En este caso, se vuelve a hacer una o dos rondas de bebida. Con el fin de no acabar demasiado bebido (los alcoholes propuestos, como el whisky o el pastis, pueden ser fuertes), el aperitivo va acompañado de un refrigerio: cacahuetes, galletas saladas, olivas…
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