La situación geográfica de Francia en Europa tiene muchas consecuencias sobre sus prácticas culturales. A medio camino entre la Europa del Norte y los países mediterráneos, las costumbres de los franceses tienen, a menudo, un poco de los dos.
En el capítulo de la puntualidad, Francia no es una excepción. Aunque algunos proverbios parecen destacar su obsesión por la puntualidad: » Avant l’heure, ce n’est pas l’heure; après l’heure, ce n’est plus l’heure», “La ponctualité est la politesse des rois”, los franceses no siempre brillan por su puntualidad. Las reuniones de trabajo no comienzan casi nunca a la hora prevista, sin que por ello se puedan permitir un “verdadero” retraso, ya que el concepto del tiempo, en Francia, no es tan extensible como en los países latinos. Se trata, pues, de conocer exactamente el margen comúnmente admitido y aceptado. Y esto no es fácil.
Un buen ejemplo es el de la invitación a almorzar. Imaginémonos que un compañero de trabajo os ha invitado a almorzar, y que la hora prevista para llegar es hacia las 12h30: ¿a qué hora llegaréis? ¿a las 12:30? Entonces llegaréis con anticipación y vuestro compañero corre el riesgo de decir, antes de abriros la puerta: » ¿Por qué llega tan pronto? «; ¿las 13h00? Entonces ahora llegáis con retraso y vuestro colega se dice esta vez: » Pero, ¿qué hace?”. La hora ideal de vuestra llegada se sitúa hacia las 12h45: ni demasiado pronto, ni demasiado tarde…
A pesar de todo, hay ocasiones donde es recomendable llegar puntual: por ejemplo, para una entrevista de trabajo o para una reunión comercial (sobre todo si sois vendedores).
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